Cada  vez  que llega  el periodo vacacional indio del Diwali, desde  2004, José Luis Gutiérrez  viaja al orfanato denominado Matruchhaya,  el mismo en  el  que  adoptó a sus dos hijas, acompa- ñado de un grupo  reducido de estudiantes de su Facultad de Bellas Artes, para pasar un mes trabajando con sus internos. Asimismo, desde 2006, durante un mes al año, aprovechando las vacaciones nepalesas del Dashain, desarrolla esa misma tarea  en el enorme y depauperado orfanato de Katmandú denominado Bal Mandir. También inició un programa similar en Ecuador, en 2007, que por problemas eco- nómicos perduró sólo tres ediciones. Todas estas acciones, que se plantean como singulares proyectos de cooperación  al desarrollo en el terreno de lo creativo, van extendiéndose a otros ámbitos de ayuda que van más allá de lo puramente artístico, por lo que pueden considerarse el germen de un proceso transformador capaz de mejorar las condiciones de vida de los habitantes de esos hospicios.